Cuando te das cuenta de que ya no eres la mermelada en su tostada.



Siempre se ha dicho que las amistades son como las plantas; hay que cuidarlas para que crezcan. Pero ¿qué sucede cuando descubres que, en tu jardín de la amistad, hay una planta que en realidad es un cactus disfrazado? Sí, hablo de ese momento en que te das cuenta de que a tu «amiga» le importas menos que el último episodio de su serie favorita.

1. Los mensajes en «visto»: Comienzas a sospechar que algo va mal cuando tus mensajes se quedan en «visto» más tiempo que un turista en el Museo del Prado. «Quizás está ocupada», te dices a ti misma, mientras ves en las redes sociales que ha tenido tiempo de publicar su enésimo selfie en el gimnasio.

2. Las excusas creativas: Luego están las excusas para no quedar. Si tu amiga fuera escritora, ganaría premios por su creatividad. «Es que me tengo que depilar», «Tengo que ordenar mi colección de tapones de botella», o el clásico «Es que mi pez está deprimido». ¿En serio? ¿Tu pez tiene más agenda social que yo?

3. Los planes fantasma: Y hablemos de los planes que nunca suceden. «Tenemos que quedar, ¡de verdad!» te dice, con la misma convicción con la que prometes empezar la dieta el lunes. Pero cuando llega el momento, ese café pendiente se esfuma como el dinero en las rebajas.

4. La epifanía: El momento cumbre llega cuando te das cuenta de que te importa más la desaparición de un calcetín en la lavadora que esa amistad. Es una epifanía agridulce, como descubrir que el helado no engorda, pero solo el de sabor de guisantes.

5. El adiós sin dramas: Así que decides despedirte sin dramas, sin escenas de telenovela. Un adiós tranquilo, como quien deja de seguir una serie en Netflix porque ya no le engancha. Al fin y al cabo, en el catálogo de la vida, siempre hay nuevas series (y amistades) que descubrir. Es muy triste, pero necesario decirle adiós a alguien que no te priorizaba, pese a que para ti esa persona sí era una prioridad.

6. La vida sigue: La vida sigue y te das cuenta de que puedes seguir viviendo sin tener cerca a esa amiga. Descubres que perder una amistad porque ella ya no te consideraba su amiga, es como preocuparse por haber perdido una moneda en tu sofá. Quién sabe, tal vez debajo de ese sofá encuentres otra moneda que valga mucho más.

En resumen, descubrir que una amistad ha llegado a su fin porque realmente no le importabas a esa persona puede ser un golpe al ego, pero también es una oportunidad para hacer limpieza en tu jardín de amistades y regar solo aquellas plantas que realmente florecen.
Y recuerda, en el supermercado de las relaciones, siempre hay ofertas esperando a ser descubiertas.

Tal y como dijo alguien muy inteligente: «¿Quieres contar cuántos amigos verdaderos tienes? Préstales dinero.»