La ausencia que resuena: Aprendiendo de la pérdida.
El fallecimiento de una amiga por suicidio es una de las experiencias más duras y desgarradoras que podemos enfrentar. Es un momento donde el dolor, la confusión y la incredulidad se entrelazan, dejándonos en un estado de profunda tristeza y a menudo, de culpa.
El impacto emocional:
Cuando una amiga se quita la vida, el impacto emocional es inmenso. Sentimientos de dolor, ira, confusión y culpa a menudo nos inundan. Nos preguntamos si había algo que podríamos haber hecho, si hubo señales que no vimos. Es importante entender que el suicidio es un acto complejo, influenciado por muchos factores, y no es culpa de nadie.
El proceso del duelo:
El duelo por un suicidio es único y no hay una forma «correcta» de procesarlo. Es un camino personal que puede incluir etapas de negación, ira, depresión y aceptación, pero no necesariamente en ese orden. Cada persona vive y procesa su duelo a su manera.
Respeto hacia la decisión que ha tomado:
Por raro que pueda sonar, debemos respetar la decisión que nuestra amiga ha tomado, sin juzgarla ni criticarla. Nadie sabe la guerra que estaba viviendo en su interior y es posible que la única forma que encontró para dejar de sufrir y no sentir tantísimo dolor fue poniéndole el punto y final a su vida.
El suicidio no deja de ser una eficaz manera que tenemos las personas para protegernos y «salvarnos», aunque esa opción no se tendría ni que valorar porque siempre es la última, pero por desgracia, mucha gente es la que elige ya que, a veces, es la única que tienen.
Buscando apoyo:
En estos momentos, es crucial buscar apoyo. Hablar con amigos, con familiares o con un profesional puede ser de gran ayuda. Grupos de apoyo específicos para personas que han perdido a alguien por suicidio también pueden ofrecer un espacio de comprensión y consuelo.
Recordando a nuestra amiga:
Mantener viva la memoria de nuestra amiga es una manera de honrarla. Podemos hacerlo compartiendo historias, fotos o incluso participando en actividades que a ella le gustaban. Esto nos ayuda a recordar los momentos felices y el impacto positivo que tuvo en nuestras vidas.
Cuidándonos a nosotras mismas:
Finalmente, es vital cuidar de nuestra salud mental y emocional. Esto puede significar tomarse un tiempo para uno mismo, practicar actividades que nos reconforten y permitirnos sentir una gama de emociones. No hay prisa en el proceso del duelo.
Conclusión:
Perder a una amiga por suicidio es una experiencia que nos cambia, mucho o poco, pero accedemos a lugares de nuestra mente y de nuestro corazón que nunca antes habíamos visitado. A través de nuestro dolor, podemos aprender a apreciar la fragilidad de la vida y la importancia de cuidarnos las unas a las otras.
Recordemos a nuestra amiga con amor y llevemos su recuerdo en nuestros corazones mientras continuamos nuestro propio viaje.
Tal y como dijo Laurie Holden: «Si decidí que no tengo nada por lo que vivir, ¿quién demonios eres tú para contradecirme?
Este artículo va dedicado a mi amiga Noelia, una de mis queridísimas «hermagas».
Sus sombras pudieron más y ganaron la batalla apagando su luz, pero al mismo tiempo, tras su partida, nos iluminó de tal manera aportando tanto amor, tanto entendimiento, tanta claridad, tanto respeto y tanta conexión, que la magia que nos mantiene unidas, siendo mujeres tan diferentes estando repartidas por todo el mundo, volvió a activarse tejiendo con un hilo mucho más fuerte esa red invisible que nos sostiene y que no permite que nos caigamos.
Te queremos, Noelia. Qué legado taaan bonito nos has dejado. El mejor, tu sonrisa.
¡Vuela alto y buen viaje!
El necesario equilibrio perfecto de nuestras luces y nuestras sombras.